lunes, 1 de junio de 2009

Boecio (480-524) nació en Roma, descendiente de un cónsul se lo consideró el último de los romanos. Viajó a Atenas para estudiar mejor a los autores clásicos Platón y Aristóteles a los que además tradujo y comentó. Fue cónsul y magister palatii del rey ostrogodo Teodoríco y acusado de traición lo apresaron en Pavía para luego ser ejecutado.
Muchos sostienen que fue un mártir cristiano pero Boecio no fue preso ni ejecutado por sus convicciones religiosas.
Es en esa oscura mazmorra, mientras espera la muerte, en los inicios de la Edad Media, que Boecio escribe su obra “Consolación de la Filosofía”. Allí él registrará sus reflexiones, en forma de un diálogo con una matrona noble que representa a la filosofía. Si bien este no es un tratado religioso y no incluye tampoco referencias al insipiente cristianismo de la época, es uno de los libros más magníficos en cuanto a las reflexiones de un prisionero.
A mi parecer es interesante ver que piensa sobre la felicidad alguien en esas condiciones: preso injustamente según su opinión, y en espera de ser ejecutado.
Este hombre, que si bien no fue un mártir, si era un cristiano, no hace referencias a Cristo ni su doctrina en la obra, esto es bien importante y le da un carácter más general al contenido, así las reflexiones de Boecio en prisión sirven tanto a quienes creen como a quienes no.
Veamos pues que dice Boecio sobre la felicidad: “¿Por qué buscáis la felicidad, ¡oh, mortales!... fuera de vosotros mismos y no en vuestro interior?”
Parece una verdad sencilla e irrebatible, pese a lo cual el filósofo no llega a ella de una forma inmediata sino luego de muchos razonamientos y mucho bucear en si mismo.
Es para mi tan interesante como es que él llega a esta conclusión que lo seguiré tratando en nuevas entradas.
Seguramente analizar como alguien, en una situación de sufrimiento, descubre que la felicidad es algo que nos llega desde dentro de nosotros mismos nos dará nuevas herramientas para llegar a ella, si es que no la hemos logrado, o para conservarla en momentos límites.


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